Laurel Canyon, es un emblemático barrio de la ciudad californiana de Los Angeles en Estados Unidos. Su enorme singularidad y prestigio fue adquirido en la década de 1960, cuando una gran parte de los artistas del momento se trasladó a vivir allí, convirtiendo de paso este enclave en el epicentro cultural de aquellos días, así como el germen del posterior movimiento “hippie”.

 

Pero Laurel Canyon además, es desde 2014 un proyecto surgido en el panorama musical español, que inicialmente estuvo formado por Susi Belda (La Font de la Figuera, Valencia), al chelo y “Greg Marles”, Gregorio Martínez (Yecla, Murcia), a la voz y guitarras. En 2017 el dúo lanzó 8 Minutos, su primer álbum que, a modo de tarjeta de presentación, estuvo inspirado en la película Interstellar de Chistopher Nolan. Dicho trabajo se realizó en colaboración con el Fondo de Ayudas para Iniciativas Culturales de la ONCE y, fue producido por Vicente Sabater y editado por Bell Music.

Cuatro años más tarde, en una época un tanto turbulenta y orwelliana, Greg Marles emprende en solitario una nueva apuesta de Laurel Canyon con Obsolescencia programada. Un segundo disco, igualmente en connivencia de Bell Music, Promoción Artística de la ONCE y, Vicente Sabater como productor, en cuya grabación ha contado con Iván López (guitarras y coros), Natxo Tamarit (bajo), Edu Olmedo (baterías) y, la esencia del violonchelo de Mireia López Beltrán.

El trabajo contiene diez historias que, en forma de canción, van desde "Sólo hay", el tema que abre el álbum y que indaga sobre el periodo pandémico que atravesamos, hasta "Quise tocar el cielo", en el que se reflexiona si realmente todavía hay alguien que te recuerda cuando tras unos años se vuelve a los escenarios. Entre estas canciones destacan "Obsolescencia programada", "Faro, gente, noche, radio, palo, carta, brazo, playa", título este último que simula un test de memoria y que nos lleva a la problemática de la enfermedad de Alzheimer y, asimismo, "Lastre", "De carne y hueso", "¡Qué solo está!" y "Un sueño que no se cumplió". Entre todas estas composiciones propias, se han hecho un hueco dos versiones ampliamente conocidas: "¡Hay que vivir!", de Joan Baptista Humet y "Love song", de The Cure, la cual, siempre ha estado incluida en el repertorio de conciertos desde los inicios de Laurel Canyon.

La portada del álbum ha sido diseñada por Manolo Santa y, confeccionada en una gama de colores verdes que aportan un halo de esperanza a los tiempos que nos han tocado vivir. En ella se distingue un triángulo con el vértice hacia arriba, a modo de señal de alerta, en cuyo interior se divisa una bola del mundo con forma de bombilla que en sí, se identifica con ese primer artículo que se sometió a esa planificada obsolescencia programada. Un fenómeno que, sin darnos cuenta, ya está en todo: impresoras, zapatos, automóviles, unas semillas, el planeta Tierra, el Universo,… e, incluso, un amor de verano. Como advierte Serge Latouche, todo lamentablemente está "hecho para tirar". En lo que es la contraportada del disco, aparece Laurel Canyon escrito sobre la arena de una playa… Espero que logres escuchar estas canciones antes de que llegue esa ola que lo borre. No deja de ser más que "Obsolescencia programada”.